lunes, 5 de noviembre de 2007

Los jóvenes riojanos y la mediatización: desanclaje de lo local y ausencia de referentes

Lic. María Rosa di Santo
Lic. Roberto von Sprecher
Profesores de la Universidad Nacional de La Rioja (Argentina)



Podríamos iniciar este artículo con la célebre frase de Marx "todo lo sólido se desvanece en el aire" para reconocer que la realidad que pretendemos indagar científicamente se nos presenta en capas, como una sustancia volátil y difícil de aprehender. Al comenzar a trabajar sobre los nuevos referentes identitarios en la ciudad de La Rioja (República Argentina) teníamos la hipótesis de que se estaba produciendo un desanclaje de lo local y un aumento de la importancia de referentes virtuales, pero pronto comenzamos a considerar que en realidad existía un debilitamiento de los referentes tradicionales y que los referentes mediáticos, que habíamos llamado virtuales, también funcionaban como referentes débiles. ¿Qué pasó en el medio?
Las ideas centrales de este artículo surgieron de la investigación que llevamos a cabo, desde 1996, en la ciudad de La Rioja, República Argentina, sobre "La recepción de medios masivos de comunicación y de nuevas tecnologías" (se pueden consultar más datos y otros aspectos sobre esta investigación en nuestro texto "Efectos de la globalización y el nuevo orden mundial / Tradición, consumos y desajustes en sociedades mediatizadas", en Revista Latina de Comunicación Social, número 13, de enero de 1999, La Laguna (Tenerife),
http://www.lazarillo.com/latina/a1999/148riojaar.htm).
Tras una primera etapa de indagación empírica, trabajando con entrevistas en profundidad y teniendo como referente la línea de inspiración etnográfica de los estudios culturales británicos y los trabajos de María C. Mata en Córdoba (Argentina), hacia fines de 1997, observábamos que, a diferencia de los adultos, los jóvenes parecían despegarse de las realidades locales y, mediante sus consumos culturales, parecían desarrollar un sentido de identificación respecto de referentes virtuales que les resultaban próximos y posibles merced al uso y la apropiación de los medios.
Durante 1998 iniciamos una segunda etapa del trabajo de campo, centrada justamente en los jóvenes. Nos parecía que en ellos podíamos buscar algunas respuestas respecto de nuestro objeto de estudio al delinearse modelos de consumos diferenciales según las franjas etáreas (ya habíamos avanzado en el conocimiento de modelos de consumo masculinos y femeninos), diferenciándose nítidamente los jóvenes de la franja de mayor edad (más de sesenta años) y de sus propios padres.
Como integrantes de las familias, ya habíamos entrevistado a jóvenes, pero en general su grado de participación había sido, aparentemente, disminuido por la presencia de los padres. Además, sospechamos que la presencia misma del entrevistador los condicionaba. Tanto por la edad (más de 35 años) como por su rol, pareció existir un distanciamiento que sólo excepcionalmente fue desapareciendo con las horas. Inmediatamente recordamos lo que decía el antropólogo Franz Boas cuando se le preguntaba sobre las alteraciones que la presencia del investigador trae aparejada en las comunidades pequeñas. Según Boas, el sujeto de investigación típico de un antropólogo son "los miembros de la comunidad más un antropólogo en su seno" (1).
Entonces apelamos a otra estrategia, un grupo de nuestros estudiantes de Comunicación Social realizaron entrevistas en profundidad a jóvenes, como parte de su proceso de aprendizaje de técnicas. Con la debida explicación previa, les entregamos una pauta que sólo cinco estudiantes (sobre un total de cuarenta y cinco) siguieron sin transformar la técnica en una entrevista periodística.
Con los trabajos en mano, intentamos subrayar la diferencia entre ambas técnicas ante la mirada atónita de nuestros alumnos a cuyo juicio la indagación "no daba para más". Entonces empezamos a sospechar que tanto las respuestas como las preguntas nos estaban diciendo algo.
Durante estas conversaciones, tanto el entrevistador (la mayoría menor a 25 años) como el entrevistado (jóvenes de entre 12 y 20 años) priorizaron los datos sobre consumos en desmedro de la explicitación de razones. Pareciera que para ambos lo importante es lo que se consume en términos de preferencias, como si no tuvieran -ni necesitaran- mayor explicación puesto que se dan así y después cambian y, como dicen, "está todo bien". Como si no hubiera certezas ni fidelidades fuertes, ni identificación a largo plazo con nada ni con nadie. Como si las identidades se procesaran con rapidez y, contrariamente a nuestra hipótesis inicial, no hubiera ni siquiera referentes virtuales de identidad.

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con SILVINA KLAUZEN www.riojavirtual.com.ar

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