miércoles, 18 de julio de 2007

EN VACACIONES "EXCURSIONES DORADAS"

Los socavones de la mina riojana El Oro. Después de siglos de explotación, fue abandonada.

En esta excursión, el vehículo parte desde la ciudad de Chilecito al amanecer con rumbo al cordón de Famatina y sus cumbres nevadas. El camino sube la cuesta de Guanchín y al costado se extiende un inmenso valle cubierto de coirones, los típicos arbustos dorados de las zonas de altura. Después de una hora de viaje se llega al lecho del río El Oro, llamado así por el color ocre brillante de sus aguas, que arrastran un mineral llamado pirita –el oro del tonto–. Cada tanto hay que atravesar el río de lado a lado con el agua tapando la mitad de las ruedas de la camioneta. Y en cierto momento la estrecha cuesta termina y hay que avanzar directamente sobre las piedras del lecho del río. Más adelante renace el camino y otra cuesta ascendente lleva hasta el puesto Las Placetas, donde el guía de la excursión ha instalado una rústica cabaña para los almuerzos turísticos. Desde el puesto, sólo resta continuar unos tres kilómetros hasta el final de una quebrada que desemboca en una especie de vallecito muy profundo y cerrado. Allí, casi en el centro de la provincia de La Rioja y a 3 mil metros de altura sobre una montaña está la mina El Oro.
A lo largo de los siglos, la mina fue explotada por los indios diaguitas, luego los incas, los jesuitas, más tarde por los gobiernos provinciales, y también por una empresa norteamericana, hasta que la estatizó el gobierno de Perón. Fruto de la avidez humana, han quedado 2800 metros de túneles que perforan la montaña, junto con toda la maquinaria para procesar el oro y los restos de las estructuras de acero y cemento que albergaron un pequeño pueblo de 600 habitantes.
El fantasmal circuito continúa a través de la vía de trocha angosta abandonada por donde se trasladaban las vagonetas con el mineral. Después de cruzar un puente colgante sobre un precipicio de 300 metros se llega a los socavones. A decir verdad impresiona un poco pararse frente a la entrada de uno de esos oscuros túneles para ingresar al corazón de una altísima montaña.
Como si la mina hubiese sido abandonada de un día para el otro, en el interior se ven montones de clavos tirados en el piso, bulones acumulados arriba de una mesa en un túnel, viejas vagonetas oxidadas e incluso el hornillo de fundición de lingotes con su puertita cerrada. Afuera, y junto a un precipicio, hay una plataforma de cemento sin paredes con una solitaria chimenea de piedra. Es lo que queda del hotel donde se hospedaban los empresarios norteamericanos. Su estructura de dos plantas era de madera pinotea, al estilo del Lejano Oeste norteamericano, pero como se creía que en sus paredes se escondían fabulosos tesoros, fue reducido a cenizas.
Aunque gracias al extremo aislamiento todo se mantuvo en pie hasta 1984, el estado actual es bastante ruinoso porque a partir de ese año se corrió la voz de que podía haber lingotes escondidos y llegó gente a destrozar todo, una vez más, queriendo cumplir el esquivo sueño de El Dorado.

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con SILVINA KLAUZEN www.riojavirtual.com.ar

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