lunes, 12 de noviembre de 2007

EL PUEBLO MAPUCHE



Los pobladores originarios de la Patagonia (al menos a este lado de la cordillera) fueron los tehuelches, indígenas mansos que los españoles conocieron desde sus primeras excursiones y que poblaban el extenso territorio de la costa y la meseta patagónicos. Pero según un lento proceso de penetración que comienza ya en el Siglo XVII, los mapuches (de allende la cordillera) fueron haciendo valer su presencia y dejando su impronta cultural. Comienzan, poco a poco, imponiendo su lengua y, luego, van ocupando de manera más estable la tierra, en la medida en que varias tribus migran hacia el este y se van radicando en la Patagonia argentina. Los mapuches estaban organizados en clanes o pequeñas agrupaciones (que raramente superan las cuatrocientas personas) y eran gobernados por un lonco o cacique. Se trata de un pueblo hondamente religioso que adora incondicionalmente a Nguenechén (y que todo lo remite a la divinidad), Dios supremo a cuyo gobierno se encuentran subordinados los nguenechenú (potestades de las aguas celestiales) y los huenein (fuerzas o energías distribuidas en la naturaleza como elementos protectores del hombre). Entre los espíritus maléficos se destaca sobre todo el Huecuvú, llamado también Hualichu, causante de diversos males que acechan siempre al hombre. La ceremonia religiosa más importante es el Nguillatún, en la que la comunidad mapuche expresa fuertemente su identidad y su unidad y encomienda familias, ganados y prosperidad a la benevolencia y al poder de Nguenechén. Ceferino Namuncurá vivió plenamente en esta organización tribal, su padre tuvo el rol de cacique y, como veremos, sucedió a Calfucurá en la coordinación de las huestes guerreras que debían hacer frente a la invasión del blanco, y participó de las creencias de su pueblo durante su infancia, mientras estuvo en Chimpay.

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con SILVINA KLAUZEN www.riojavirtual.com.ar

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