miércoles, 24 de octubre de 2007

Kirchner no es un período, es un sistema

Domingo 21 de octubre de 2007 Publicado en la Edición impresa
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Cuando faltan siete días para las elecciones presidenciales, el Gobierno intenta implantar en la sociedad dos impresiones. La primera de ellas es que, para todos los efectos prácticos, Cristina Kirchner ya ganó. La segunda es que el período presidencial de Néstor Kirchner terminará real y efectivamente el próximo 10 de diciembre, día en el cual su esposa iniciará un período presidencial nuevo y distinto. Algo similar a lo ocurrido el 11 de marzo de 2006, cuando Michelle Bachelet sucedió a Ricardo Lagos en la presidencia de Chile. En esa fecha un mismo partido, el socialista, quedó en el poder, pero una personalidad distinta de la de Lagos arribó al gobierno. A través de su amplia red de comunicaciones, el Gobierno procura que los argentinos amanezcan el próximo domingo bajo la influencia de estas dos impresiones. La primera de ellas, que Cristina Kirchner ya ganó, tiene por objeto desmovilizar a los que votarían contra ella. Todas las encuestas, las más y las menos creíbles, coinciden en subrayar que todavía queda entre los votantes un alto porcentaje de indecisos. Lo que hacen los encuestadores contratados por el Gobierno es proyectar entonces las posibles decisiones de los todavía indecisos según el mismo cálculo que aplican a los porcentajes de los votantes que ya se han decidido. Como estos porcentajes favorecen a la candidata oficial, por una regla de tres simple los aplican a la masa de los indecisos, usando esta proyección para predecir la victoria de la esposa del Presidente. Pero hay otras dos cuentas posibles acerca de los indecisos. El argumento de los opositores es que el grueso de los indecisos no duda entre la senadora Kirchner y sus rivales, sino sólo entre éstos porque, sabiendo ya que no quiere a Cristina, no sabe todavía por cuál de sus rivales votará. Esta segunda hipótesis podría dar un resultado claramente diferente del que predice el Gobierno. Una tercera hipótesis sobre los indecisos vuelve a favorecer empero al Gobierno porque también podría suceder que, debido al desaliento promovido por la propaganda oficial, muchos de aquellos que habrían votado por alguno de los rivales de la señora de Kirchner desistan de ir a votar. ¿Elección o reelección? La segunda impresión que procura difundir el Gobierno es que el domingo próximo, de elegir a Cristina Kirchner, los argentinos darían comienzo a un período de gobierno original, como los chilenos hicieron con Bachelet. Pero el de Cristina Kirchner, si ella ganara, ¿sería en realidad otro período de gobierno o la prolongación de ese mismo , con su nombre en lugar del nombre de su esposo? En tanto que Bachelet ganó su candidatura a la presidencia de Chile después de imponerse en elecciones primarias a otra mujer, Soledad Alvear, la señora Kirchner debió su nominación a la voluntad exclusiva y excluyente de su esposo. ¿No se convirtió, debido a ello, no ya en una candidata autónoma sino en una delegada del Presidente? Aquellos que voten por Cristina Kirchner el domingo, ¿tendrán acaso la impresión de que no están votando por Néstor Kirchner, así como los chilenos que votaron por Michelle Bachelet sabían que no estaban votando por Ricardo Lagos? Si los que voten el domingo por Cristina Kirchner tienen la impresión de que están votando a Néstor Kirchner, su triunfo, de ocurrir, igual sería legítimo porque el Presidente tiene el derecho de ser reelegido por una vez. Pero si se considerara que la "elección" de Cristina equivaldría en realidad a la "reelección" de Néstor, tanto éste como su delegada matrimonial quedarían inhibidos para presentarse como candidatos a la presidencia en 2011 porque la suya ya no sería una "reelección" sino una "re-reelección". En tal caso, la re-reelección del matrimonio por un nuevo período en dicho año quedaría como una chicana política para esquivar el espíritu de la Constitución de 1994, que no quiere "re-reelecciones", y para aspirar de este modo a una serie ilimitada de reelecciones, ya sea bajo el nombre de Néstor o bajo el nombre de Cristina. Algo así como una monarquía bicéfala , de una "diarquía", detrás del velo de una república presidencial . El artículo 90 de la Constitución dice que "el presidente dura en sus funciones el término de cuatro años y podrá ser reelegido por un solo período consecutivo". Si la delegación del poder de Kirchner en su esposa es confirmada el próximo domingo, ¿no podríamos estar entonces frente a la iniciación de una serie de "reelecciones alternativas", de modo tal que la tercera presidencia de los Kirchner pudiera recaer en la cabeza de cualquiera de ellos en 2011, y así sucesivamente? Valdría la pena recordar aquí lo que dijo el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso cuando se le preguntó acerca de la re-reelección que pretendía Menem en 1999: "Más de dos períodos consecutivos es monarquía". ¿"Período" o "sistema"? Lo que quizá deberían hacer Néstor y Cristina Kirchner si quisieran despejar esta grave incertidumbre institucional es declarar que ninguno de ellos pretenderá la presidencia en 2011. En caso contrario, las dudas sobre sus intenciones reeleccionistas indefinidas subsistirían. Y esta incertidumbre sería razonable porque en 2003 Kirchner no inauguró un período presidencial más en la historia argentina sino algo mucho más osado: un nuevo sistema de poder . El instrumento de este nuevo sistema es la existencia de un superávit fiscal y el uso que se le da. Gracias al manejo discrecional de estos fondos públicos suplementarios, Kirchner ha ido doblegando la voluntad de muchos de los principales actores políticos, cimentando un poder absoluto, nada republicano. El Congreso ha permitido, por ejemplo, que ya no se gobierne a través de sus leyes sino a través de centenares de decretos presidenciales "de necesidad y urgencia". Para todos los efectos prácticos, no hay Congreso, ya que incluso el presupuesto anual que éste vota es modificable por la sola voluntad del jefe de Gabinete. En cuanto al nombramiento y al desplazamiento de los jueces, ahora vale el nuevo Consejo de la Magistratura oficialista, cuya promotora fue la propia senadora Kirchner. Los otros dos poderes de cuya existencia depende la armonía de una república, pues, están subordinados al Poder Ejecutivo. Lo mismo podría decirse de la presunta autonomía federal de la mayoría de las provincias, que, a la inversa de la Nación, padecen un déficit sólo subsanable mediante el superávit nacional. Por una u otra vía, pues, el poder se ha concentrado en una persona. La diferencia sería que, de ganar Cristina Kirchner, esa persona se desdoblaría manifiestamente en dos, como quizá siempre lo estuvo ocultamente. Si lo que hemos tenido desde 2003 y lo que seguiríamos teniendo de ganar la esposa del Presidente no ha sido meramente un período presidencial tradicional sino un nuevo sistema de poder concentrado, lo que habrá en verdad el próximo domingo será una opción entre un gobierno tradicional en cabeza de algunos de los candidatos republicanos que compiten por la presidencia y un nuevo sistema hegemónico de poder abierto a reelecciones ilimitadas. En suma, entre una república y una monarquía. Porque también las monarquías, cuando fueron absolutas, atribuían todo el poder por todo el tiempo a la misma familia.






Por Mariano Grondona






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