miércoles, 15 de agosto de 2007

ÁNGEL GUARDIÁN

En mi memoria sigues fresca, imborrable.
Conservas los vivos colores y delicados trazos con los que un día posaste ante mis ojos, ante mí, para mí. Dentro de mi cabeza todo es como debería ser. Yo no me trabo al hablar, tú me escuchas en silencio, yo no me dejo intimidar, tú me regalas un beso. ¿Hay algo más perfecto? Quizá por ello no pueda existir. Y del golpe que me doy contra el suelo al bajar de las nubes me despierto. La luz me ciega y todo me da vueltas. Tú ya no me miras y mi lengua se vuelve torpe y vacilante. Y es que mi timidez es el vil consejero que me obliga a dejar pasar las oportunidades, por miedo a un fracaso que sólo está en mi interior. Mas por mucho que trate de vencerlo él sigue ahí, anclado en mi garganta. Y a estas alturas ya no sé qué pensar. Me miras, ¿significa algo? Esa sonrisa de blanco hielo, ¿exhala complicidad o sólo cortesía?
Y le grito al cielo. Tiemblo sin control con ese taladro que me recuerda incesantemente las ocasiones que he perdido. Lo mucho que preparé mis palabras y cada uno de mis movimientos, y cómo al oír tu respiración éstas se convirtieron en pétalos marchitos en el fondo de la cesta de la ropa sucia. Un beso perdido, una caricia desaprovechada. A veces sueño con que soy libre, con que me olvido en la mesilla mis temores, que me los arranco de la camisa y te digo lo que siento. Que soy como aquel lacerante puñal que rasga las brumas de mi desesperación, silbando a través del viento hasta alcanzar las siete esquinas de tu corazón. Pero eso son, sueños. Sólo espero que algún día logre despojarme de las cadenas que arrastro, liberarme de ese peso muerto con el que cargo. Pero eso son, esperanzas. ¿No me ves? Como sufro, como te acompaño con mis pupilas. Háblame, dame la oportunidad de mostrarte tal y como soy. ¿Es pedir demasiado? Puede ser. Entonces ya hay poco que hacer, mi destino está escrito con la sangre que late por ti. Mas no me daré por vencido, pues te necesito para vivir, mi vida, mi amor. Y si al final resulta que no puedo tenerte al menos me aseguraré de que seas feliz, y lo haré con todo mi ser. Por ahora me conformo con una débil sonrisa, con un cruzar de miradas, con un ir allí donde sé que te veré, con un admirar el fluir de tu pelo. Seré tu ángel guardián, silencioso, soñador y seguiré, ¿por qué no?, siempre embelesado por tu sonrisa transparente. Lo mío es un amor infinito, ¿no lo notas?

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LIBÉRATE

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con SILVINA KLAUZEN www.riojavirtual.com.ar

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