sábado, 25 de agosto de 2007

Los origenes y el ADN

Si pudiéramos volver hacia atrás, unos 75 millones de años, y filmar la historia terrestre, encontraríamos las primeras tentativas conducidas por las sabias manos de los Elohim, coordinadores de nuestra especie y del primer híbrido humano procedente de la evolución biológica de una especie acuática, generadora de nuestro cuerpo físico. El mono y los demás animales que más se parecen a nuestro aspecto exterior, proceden también todos ellos de otros tipos de especies marinas.La metamorfosis se ha verificado hace millones de años, proponiendo la adaptación al elemento Tierra y desarrollando los órganos aptos para una evolución en la nueva condición.Esta especie acuática se convirtió en una criatura terrestre, conservando la bisexualidad y asumiendo sobresalientes cualidades instintivas capaces de coordinar predisposiciones superiores, respecto a otras especies surgidas del mismo elemento y vivientes en tierra firme. En el tiempo, ahora ya remoto, se ha concedido a algunas tribus primitivas tal conocimiento, el cual ha sido transmitido, después de haber tenido lugar el desdoblamiento del sexo y el injerto genético de la inteligencia.En el período referente al "homo sapiens", la continua intervención de los Ingenieros Genéticos Solares determina una reapertura hacia los valores morales; pero el fenómeno más determinante debió suceder, hace unos cinco millones de años, cuando las Superiores Voluntades Universales determinaron el injerto de nuevas genéticas en el hombre terrestre.Los primeros Padres que fecundaron la vida inteligente en el planeta, llegaron desde muy lejos y no eran terrestres. Las primeras tribus de humanoides, hijos del mundo, estaban privadas de inteligencia, antes de que tuviera lugar el acoplamiento entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres. Entonces se convirtió en "homo sapiens", es decir, en heredero de una genética injertada por un deseo superior, por el Dios viviente.Los Dioses Cósmicos se habían complacido volviendo un hombre-animal a su imagen y semejanza y concediéndole el beneficio de la inmortalidad, con condiciones bien precisas y con la obligación de respetar y obedecer la Ley de los Creadores y venerar la Fuerza Omnipresente, Omnipotente y Omnisciente del Espíritu Santo Creador del Todo, incluidos los Dioses.

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