martes, 26 de junio de 2007

UNA ROSA PARA TÍ...


LAS PREMISAS A TENER EN CUENTA

Nada de lamentaciones
Nada de autocompadecerse
Superar la autoimportancia
Cambiar el NO PUEDO por el NO QUIERO
Cambiar ME HACEN por ME HAGO
No mentir o falsear. Ajustarnos a la realidad tal como es.
Nada de pretextos y justificaciones.
Ser responsables de nuestros actos.
Nunca culpabilizarse ni nunca arrepentirse.
No arrogarnos cualidades de las que carecemos.
Aceptación: AMOR por nosotros mismos y las demás personas.
Ecuanimidad más allá de la avidez o la aversión.
Ser consciente sin prejuicios ni condicionamientos: vigilante de la mente, la palabra y la acción.
Tomar la VIDA como un MAESTRO, un reto, sin demandar excesiva seguridad. FLUIR, estar en armonía, libre de necios y tristes estados de ánimos.
Ser de todos, pero de nadie demasiado.
Ser el propio REFUGIO, la propia lámpara, la propia autoridad, dependiendo psicológicamente solo de uno mismo.
Desarrollar el sentimiento de que cada segundo puede ser ... el último.




LA PALOMA Y LA ROSA

Una paloma, revoloteando y revoloteando, penetró en un pequeño templo de la India. Todas las paredes estaban adornadas de espejos y en ellos se reflejaba la imagen de una rosa que había situada, como ofrenda, en el centro del altar. La paloma, se abalanzó contra ellas, chocando violentamente una y otra vez contra las ventanas del templo, hasta que, al final, su frágil cuerpo reventó y halló la muerte. Entonces, el cuerpo de la paloma, todavía caliente, cayó justo sobre la rosa.
El Maestro dice: No apuntes a las apariencias; sino a la Realidad. No te extravíes en la diversidad, sino que debes establecerte en la
Unidad.
SÉ COMO UN MUERTO
Era un venerable maestro. En sus ojos había un reconfortante destello de paz permanente. Sólo tenía un discípulo, al que paulatinamente iba impartiendo la enseñanza mística. El cielo se había teñido de una hermosa tonalidad de naranja-oro, cuando el maestro se dirigió al discípulo y le ordenó:
-Querido mío, mi muy querido, acércate al cementerio y, una vez allí, con toda la fuerza de tus pulmones, comienza a gritar toda clase de halagos a los muertos.
El discípulo caminó hasta un cementerio cercano. El silencio era sobrecogedor. Quebró la apacible atmósfera del lugar gritando toda clase de elogios a los muertos. Después regresó junto a su maestro.
-¿Qué te respondieron los muertos? -preguntó el maestro.
-Nada dijeron.
-En ese caso, mi muy querido amigo, vuelve al cementerio y lanza toda suerte de insultos a los muertos.
El discípulo regresó hasta el silente cementerio. A pleno pulmón, comenzó a soltar toda clase de improperios contra los muertos. Después de unos minutos, volvió junto al maestro, que le preguntó al instante:
-¿Qué te han respondido los muertos?
-De nuevo nada dijeron -repuso el discípulo.
Y el maestro concluyó:
-Así debes ser tú: indiferente, como un muerto, a los halagos y a los insultos de los otros.
El Maestro dice: Quien hoy te halaga, mañana te puede insultar y quien hoy te insulta, mañana te puede halagar. No seas como una hoja a merced del viento de los halagos e insultos. Permanece en ti mismo más allá de unos y de otros.

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LIBÉRATE

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con SILVINA KLAUZEN www.riojavirtual.com.ar

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