La misión maternal de María para con los hombres no disminuye ni opaca la única mediación de Cristo. María influye en la salvación de los hombres por la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella. La única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente. (Cf. LG 62).

Predestinada: Dios envió a su Hijo, pero para formarle un cuerpo quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a una "virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María" (Lc 1, 26-27)
El Concilio se refiere a la importante misión de María con estas palabras: "El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida" (Vaticano II, LG 56)
María sobresale entre los humildes y los pobres del Señor que esperan de él con confianza la salvación y la acogen, con ella, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación. (Cf. LG 55).
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