

Otro dato significativo es que, según un sondeo de Sociología y Mercado, el 90 % de los electores se inclina por los candidatos y no por los partidos políticos a la hora de votar. Ello refleja la precariedad de nuestra calidad institucional. Los partidos políticos -que son una de las bases fundamentales del sistema republicano- tienden peligrosamente a desaparecer y sólo se conforman alianzas circunstanciales, para competir electoralmente entre dirigentes de distinta extracción y, a veces, poco afines políticamente. Uno de los aspectos más importantes de toda democracia es la participación. A la hora de sufragar, antes de entrar al cuarto oscuro, el ciudadano debe pensar que no sólo está cumpliendo una obligación constitucional, sino que debe darle sentido a su voto; debe considerar que su sufragio va a premiar o a castigar a aquellos postulantes que hayan o no concretado sus promesas, en el caso de los que buscan ser reelectos, y pensar si los que se candidatean por primera vez poseen la preparación suficiente.
Es importante que el ciudadano evalúe la capacidad y los méritos de cada candidato; si, por ejemplo, estos van a cumplir una labor digna en el ámbito nacional y van a alzar la voz o a luchar por la aprobación de proyectos que beneficien verdaderamente a la provincia, o si van a atravesar su gestión sin pena ni gloria, es decir, sin cumplir la misión para la cual han sido electos, como ha sucedido con buena parte de los legisladores nacionales que nos han representado desde 1983, cuando afortunadamente la democracia regresó al país para quedarse.

El mejor voto es el que se emite por convicción, no por uno para que no gane el otro. Si las propuestas de las agrupaciones hegemónicas no convencen, siempre se puede apelar a otras fuerzas que desean tener la posibilidad de entrar en juego.
Al elegir presidente se debe pensar ¿cuál es la Argentina que queremos para los próximos cuatro años? y el mejor modo de hacerlo es sufragando a conciencia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario